Breve historia de nuestra lengua ngigua

Nuestra lengua ngiba o ngigua  pertenece a la familia otomangue, existen tres variantes dialectales: ngiba del este, ngiba del oeste y ngigua del sur, este último es el que hablamos en nuestra comunidad, pero nuestro idioma, desafortunadamente, se encuentra en muy alto grado de desaparición; por ende, esta página tiene la finalidad de contribuir a su revitalización, para que se adopte de nueva cuenta como primera lengua; es decir, adoptarla como la lengua materna que pertenece a nuestros abuelos y a nuestros antepasados. 

En Mesoamérica y en específico en el estado de Oaxaca, la presencia humana se remonta al año 10,000 a. C. como pequeñas familias de cazadores-recolectores; los primeros asentamientos de forma sedentaria se registran hace 1500 años a. C. y fue a partir del sedentarismo que las ramas lingüísticas comenzaron a distinguirse, entre ellas la lenguas de la familia otomangue; es decir, hace unos 3500 años se formaron las primeras lenguas como el mazateco y popoloca del cual se desprendió la lengua ixcateca e ngigua hace unos 2500 años, para dar origen a sus diferentes variantes hace unos 1200 años, hasta definir su estatus actual de tres variantes desde hace 800 años, aproximadamente. Nuestra lengua ngigua hoy solo tiene contacto con la variante ngiba del este de Tujna (Atrás del cerro) o Santa Catarina Ocotlán; el ngiba del oeste de San Miguel Tulancingo y el Ñu’u savi  o Mixteco de poblaciones aledañas como San Agustín Montelobos, San Bartolo Sayaltepec, Santo Domingo Tonaltepec y San Miguel Marcos Pérez, aunque la interacción lingüística con esta otra lengua siempre ha sido muy baja.



Sin embargo, como se mencionó al principio nuestra lengua está al borde de la extinción, pues el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), el Centro de Estudios y Desarrollo de las Lenguas Indígenas de Oaxaca (CEDELIO) y el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI), consideran que se encuentra en muy alto grado de desaparición, porque solo lo hablan algunos de nuestros abuelos, pues la mayor parte de nuestra comunidad, no la habla, ni la entiende. Pero aún podemos revertir este proceso a través de la revitalización de nuestra lengua; es decir, aprenderla, adoptarla y hablarla como primera lengua.



Afortunadamente, ya se han realizado algunos talleres en busca de su revitalización, estos  han sido emprendidos por los maestros bilingües de nuestra comunidad; por esta razón, para sumar a este esfuerzo de nuestros conciudadanos, debemos hacer conciencia y adherirnos a esta loable labor por conservar y preservar lo que es nuestro; sobre todo porque conforma parte de nuestra identidad y cultura. 



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